La industria agroexportadora atraviesa uno de los cambios más profundos de los últimos 20 años. Entre nuevas exigencias regulatorias, transformaciones tecnológicas aceleradas y una demanda global más consciente, 2026 se perfila como un punto de inflexión para productores, exportadoras y proveedores que quieran mantenerse competitivos en mercados altamente exigentes como EE. UU., Europa y Asia.
En esta nota revisamos las tres tendencias más determinantes para 2026 y qué deben hacer las empresas del sector para prepararse desde hoy.
1. Tecnificación acelerada y agricultura de precisión
La adopción de tecnologías para optimizar la producción será una obligación —no un diferencial— en 2026.
Drones para vigilancia, sensores IoT, riego inteligente, plataformas de monitoreo climático y modelos predictivos basados en IA están transformando la forma en que se planifica y opera un campo.
El objetivo no es solo producir más, sino producir mejor, con datos que permitan:
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Ajustar riego en tiempo real según humedad del suelo.
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Reducir el uso de insumos y optimizar las aplicaciones fitosanitarias.
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Anticipar plagas y enfermedades mediante modelos predictivos.
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Medir productividad por cuartel y maximizar la eficiencia de recursos.
Los mercados internacionales ya premian a los productores capaces de demostrar eficiencia, estabilidad de calidad y continuidad operacional.
En 2026, la brecha entre quienes digitalizan su operación y quienes no, será más visible que nunca.
Oportunidad para el sector: inversión en tecnologías modulares y escalables que permitan iniciar un proceso de transformación digital sin alterar completamente la operación.
2. Sostenibilidad, trazabilidad y nuevas regulaciones globales
Los mercados importadores están elevando significativamente sus estándares. La Unión Europea, Estados Unidos y Asia están reforzando regulaciones sobre:
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Huella hídrica y de carbono.
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Origen responsable de los productos.
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Uso eficiente del agua.
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Limitación de residuos químicos.
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Trazabilidad completa desde el huerto hasta el consumidor final.
Esto implica que en 2026 los exportadores deberán demostrar, con evidencia verificable, que cumplen criterios ambientales y sociales.
La trazabilidad ya no es solo un requisito documental: se está transformando en una ventaja competitiva directa.
Países con condiciones naturales privilegiadas —como Chile— pueden posicionarse aún más fuerte si adoptan sistemas que permitan monitorear, certificar y reportar el ciclo completo del producto.
Riesgo del sector: quedarse atrás frente a competidores que ya están adoptando certificaciones y sistemas avanzados de control normativo.
Oportunidad: diferenciarse mediante prácticas sostenibles verificables y alianzas estratégicas para fortalecer el cumplimiento regulatorio.
3. Diversificación de mercados y productos ante un mundo más volátil
Las proyecciones internacionales muestran que el crecimiento del consumo vendrá principalmente de países de ingresos medios, con grandes zonas urbanas en expansión.
Esto obliga a repensar la estrategia exportadora:
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Diversificar mercados más allá de Estados Unidos y Europa.
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Crear productos con mayor valor agregado (procesados, listos para consumo, orgánicos).
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Ajustarse a preferencias específicas de cada región (sabor, calibre, empaque, certificaciones).
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Diseñar modelos comerciales más resilientes ante variaciones de precio de commodities.
2026 estará marcado por una competencia más intensa, pero también por nuevas oportunidades para quienes innoven y adapten su oferta.
Oportunidad: explorar Asia, Medio Oriente y Latinoamérica como destinos emergentes, combinando estrategia comercial + desarrollo de nuevos formatos exportables.
Conclusión: 2026 será un año para quienes se anticipen, no para quienes reaccionen
La agroexportación evoluciona a gran velocidad y exige que productores, exportadoras y proveedores den un salto estratégico: digitalizar, certificar, diversificar y gestionar riesgos con información y tecnología.
Las empresas que comiencen hoy su proceso de preparación tendrán una posición sólida para competir en mercados internacionales que valoran eficiencia, responsabilidad y capacidad de adaptación.
Quienes no lo hagan enfrentarán mayores barreras de entrada, costos operativos y riesgos comerciales.





